La presencia de olivos en tierras gallegas se remonta a la romanización. Durante la Edad Media, el Reino de Galicia fue castigado por los Reyes Católicos mediante la tala de olivos, aunque esta especie consiguió mantenerse en zonas del sur de la provincia de Lugo, donde las bondades del microclima mediterráneo configuran un hábitat idóneo , lo que permitió consolidar una pequeña producción artesanal de aceite puro de oliva virgen extra que antaño se elaboraba en las almazaras existentes en los municipios de Quiroga y Ribas de Sil.