Carne muy sabrosa y tierna, con un sabor característico, debido a las condiciones agroecológicas de la Tierra Fría Transmontana, procedente de animales de la raza Churra Galega Bragançana. Solo puede tener esta designación cuando se sacrifica entre los tres y los cuatro meses de vida. Su carne es rosada, suave y muy tierna, y resulta del hecho de que solo se alimenta con leche materna.
Para apreciar mejor esta carne, conviene comerla a la parrilla. Se puede cocinar en forma de estofado, guisado en la olla y asado en el horno. Es, junto con el cabrito, un emblema del compartir culinario durante la Semana Santa.