La fiesta, con siglos de tradición, se celebra siempre en la misma fecha porque, según dicen, es el día en el que el diablo anda suelto. Así, los peregrinos comienzan dirigiéndose a la Capilla de São Bartolomeu donde, acompañados de los niños, dan tres vueltas al templo con los «pitos» (gallinas o gallos negros) en el regazo. Posteriormente, los niños más pequeños (menores de siete años) son llevados a la playa y sumergidos tres veces consecutivas en las aguas del mar para el llamado “Baño Santo”. Una tradición centenaria que, según dicen, «aleja el mal» y cura enfermedades relacionadas con la «posesión demoníaca», como la tartamudez, la gota o la epilepsia.