La planta de la capilla se diseñó según un modelo “clásico” de desarrollo longitudinal, con el altar en forma de ábside rematando el salón de actos y donde se suman los restantes espacios, mínimos y necesarios para el funcionamiento de la liturgia principal, cancelando deliberadamente la simetría de la composición.
El edificio, de 71,50 m2 de superficie bruta, con una imagen sobria, casi abstracta, nace de la premisa de liberar el mayor espacio posible en el exterior, para permitir que el recinto siga albergando las tradicionales actividades festivas locales, ahora asociadas a otros usos de la manifestación de fe.
El acceso al edificio y a la entrada del público se realiza de forma indirecta bajo un porche de generosas dimensiones que se extiende por todo el alzado orientado al Sur y al recinto, y que se concibió como un elemento central, partiendo desde y alrededor del cual se encuentran directamente todos los espacios relacionados entre sí, y que, siendo parte de la capilla, pueden servir simultáneamente como espacio de encuentro y social, estableciendo la relación entre el exterior y el interior. Un pequeño campanario lateraliza y equilibra la composición en el lado opuesto de la fachada principal.
La luz natural, elemento fundamental en un edificio religioso, se trata de dos maneras: directa, a través de la apertura de toda la sala, buscando la luz del norte y permitiendo visualizar el muro de piedra a la vez que refuerza lo bucólico y de serenidad, con la creación de un espejo de agua donde se ubican las escaleras hacia el campanario; e indirectamente, a través de una linterna sobre el altar que sobresale del nivel plano de la cubierta.
La Capilla Travassos recibió una Mención de Honor en el Premio de Arquitectura del Duero en 2011. La obra fue diseñada por el arquitecto Paulo Moura.