La iglesia de los Franciscanos se construyó en el siglo XIV en lo alto de la ciudad, como parte del antiguo convento del que hoy ya solo se conserva su hermoso claustro. En el año 1929 se trasladó, piedra a piedra, al Parque de San Lázaro.
La fachada presenta en el cuerpo superior un rosetón, y la puerta, decorada con triple arquivolta, se encuentra centrada con dos contrafuertes. Columnas de fuste liso y estriado con capiteles fitomorfos, zoomorfos e incluso antropomorfos (un gaitero), decoran la portada.
La iglesia, de una sola nave y con un interior recubierto de madera, conserva sepulcros góticos del siglo XVI, pertenecientes a la familia Noboa, señores de Maceda, y a la de los Cadórniga. De fina labra, en ellos se prodigan las armaduras y blasones nobiliarios.