Con orígenes del siglo XI, al menos, como atestigua la inscripción sepulcral de Galindus encontrada en el cementerio, la iglesia de Santa Cristina de Serzedelo es un ejemplo característico del románico rural del municipio de Guimarães. El templo que vemos hoy data del siglo XIII, y habría formado parte de una estructura monástica, probablemente benedictina, de la que poco sabemos, pero que contaba con amplias propiedades e ingresos en la zona que hoy corresponde a la parroquia de Serzedelo.
El templo, de planta longitudinal, está marcado por el nártex de función funeraria, cuya construcción no fue muy posterior a la primitiva iglesia románica, ya que mantiene las mismas características arquitectónicas, concretamente los canecillos. En el exterior destaca el gran muro que sostiene el campanario, recordando el papel que cumplía la campana a la hora de marcar la vida parroquial. También existe una segunda capilla funeraria construida en el siglo XIV y que hoy tiene función de sacristía. Los portales, bastante sencillos, tienen similitudes en el lenguaje decorativo con el de la Iglesia de São Miguel do Castelo.
La iluminación se proporciona a través de vanos sobre las portadas axiales, en arquivolta completa, en las fachadas laterales, sobre el arco triunfal y en lo alto de la cabecera. Los remates de las fachadas son a dos aguas, el nártex y la nave están coronados con cruces patadas y en la capilla mayor con una cruz floreada.
A medida que avanzaba el siglo XIV la estructura monástica comenzó a decaer, lo que llevó a que en el siglo XV se convirtiera en Colegiata, y que a principios de siglo XVI pasase a ser Iglesia Parroquial, de modo que, al poco tiempo, pasó a formar parte de una nueva Encomienda de la Orden de Cristo.
En esta ruta y más precisamente en el siglo XVI, el interior de la iglesia estaría cubierto por un amplio conjunto de pinturas murales, donde se pueden encontrar diferentes representaciones, como la “Coração da Virgem”, el “Martírio de S. Sebastião”, S. Brás, Stº António y el “milagro de S. Martinho”, pero donde la representación de la Anunciación se presenta como una de la más alta calidad artística.
En el siglo XVII la Encomienda pasaría a manos de los Condes de Ericeira, atribuyéndose la iniciativa de la ejecución del artesonado de la Capilla Mayor al IV Conde, D. Francisco Xavier de Menezes.