En un extremo de la Rua Egas Moniz encontramos el Largo Condessa do Juncal, conocido por los lugareños como “Feira do Pão” (feria del pan) o “Feira do Leite” (feria de la leche), porque antiguamente aquí se vendían estos dos alimentos esenciales, directamente de los agricultores a los habitantes del centro.
Esta plaza data de finales del siglo XIX, cuando todo el tejido urbano de la ciudad sufrió profundos cambios. Los edificios, calles y callejones medievales que ocupaban este espacio fueron derribados para dar paso a una pequeña plaza.
El Largo debe su nombre a Augusta Ferreira Cabral Pais do Amaral (1836-1914), rindiendo homenaje a una benefactora nacida en Guimarães, que vivió en Lisboa, pero nunca olvidó su tierra natal. Llevó el título de Condesa de Juncal tras su institución por el rey Carlos I, mediante decreto de 17 de abril de 1890.
Es un lugar tranquilo, discreto y muy agradable en el Centro Histórico, protegido por densos árboles que refrescan cuando hace calor, invitándonos a sentarnos en uno de los bancos del jardín y disfrutar de la tranquilidad que lo rodea.
En el centro de la plaza hay un monumento en honor a Gravador Molarinho. Hijo de un orfebre, nació y vivió en Guimarães hasta los veinte años, cuando se trasladó a Oporto donde trabajó como orfebre durante una docena de años. A pesar de no tener estudios, se dedicó luego a grabar medallas, actividad a la que se mantuvo fiel hasta el final de su vida. Se hizo conocido por la excelencia de sus grabados y sus obras fueron y siguen siendo muy apreciadas, como dicen los coleccionistas.
En las casas del lado sur de Largo vemos un edificio moderno, el Edificio Muralha, diseñado por el arquitecto António Gradim (1985). La construcción abre una gran superficie acristalada, que permite ver hacia el exterior, y también hacia el interior, cómo el edificio conserva y expone la propia muralla, conservando la fachada original en el lado de la Alameda de S. Dâmaso.
Al final de la plaza, a la izquierda, aparece la Viela de Arrochela o Viela dos Caquinhos, medio escondida y muy estrecha. Es una de las calles más antiguas de Guimarães, que en siglos pasados tuvo categoría de calle. Todo indica que el nombre de la calle tiene su origen en una familia de Francos, los Rochella, que llegaron a Guimarães, en el siglo XI, con el Conde D. Henrique.
Durante muchos siglos, la gente que vivía en este callejón tiraba suciedad por las ventanas, lo que siempre hacía que oliera mal. Entonces era bastante común escuchar: ¡¡¡Agua vá!!!
Por este motivo, esta pequeña calle se vio obligada a cerrar con puertas sus dos accesos en el siglo XIX. Una de las curiosidades y particularidades de este genuino callejón son sus 5 pasarelas, es decir, pasillos que conectan las casas de un lado al otro del callejón, y que servían para aprovechar el espacio y aumentar el tamaño de los pequeños. hogares.