Según la tradición, el primitivo Monasterio de São Salvador de Grijó fue fundado en el año 922, en el lugar de Muraceses, por dos clérigos, Guterre y Ausindo Soares, adoptando la regla y hábito de San Agustín en el año 938.

En 1112 fue trasladada al lugar donde se encuentra actualmente, pero la nueva iglesia no sería consagrada hasta 1235 por el obispo de Oporto, D. Pedro Salvador. A principios del siglo XVI, el convento estaba en ruinas y en 1535 D. João III autorizó el traslado del monasterio a la Serra de São Nicolau, en Gaia. Sin embargo, no todos los clérigos estuvieron de acuerdo con el traslado y por eso en 1566 el Papa Pío V separó los dos monasterios.

Con el regreso de los monjes a Grijó, la comunidad se dio cuenta de que el monasterio necesitaba ser renovado y en 1572 contrató al arquitecto Francisco Velásquez, maestro de obras de la Catedral de Miranda do Douro, para diseñar el nuevo proyecto. Dos años más tarde, el 28 de junio de 1574, se colocó la primera piedra del dormitorio. Hacia 1600 se completaron dos alas del claustro, el refectorio y la sala capitular. Sin embargo, la construcción de la iglesia se prolongó otros treinta años y la capilla mayor no se cerraría hasta 1629.

En 1770 se extinguió el convento, pasando sus bienes al Convento de Mafra.
El conjunto conventual está formado por la iglesia, de planta longitudinal de una sola nave, y las dependencias conventuales, de claustro cuadrado. La fachada principal de la iglesia se divide en tres cuerpos, teniendo el primero una galilea, a la que se accede a través de una arcada. Sobre éste, un entablamento divide este espacio del segundo registro, que presenta en el centro un gran ventanal rasgado en toda su altura, flanqueado por dos hornacinas con imágenes de San Pedro y San Pablo, rematadas por ventanas cuadradas. Las pilastras que flanquean las hornacinas son estriadas, estando el tercio inferior decorado con motivos florales. El registro está rematado con un entablamento.