El sábado siguiente al 16 de agosto, una muchedumbre se reúne en torno a una gran queimada para entonar su conjuro y espantar toda clase de males. Un ritual de purificación rodeado de una impresionante teatralidad donde el fuego, la “mágica pócima” del aguardiente y, sobre todo, los propios asistentes, son los protagonistas.