Dora escribe cartas en la Estación Central de Río de Janeiro para personas analfabetas. Cuando uno de sus clientes es atropellado por un coche, su hijo Josué, de nueve años, queda perdido y abandonado en la estación. En contra de su voluntad, Dora acoge al niño y acaba acompañándolo al campo del nordeste en busca de su padre.