Tras quince años juntos, Ale, director de cine, y Alex, actor, llegan a la conclusión de que su relación ha llegado a su fin. Como la decisión es mutua y la amistad entre ambos se mantiene, y basándose en un chiste del padre de Ale («Hay que celebrar cuando las parejas se rompen, no cuando empiezan»), deciden organizar una «fiesta de ruptura», que deja perplejos a sus amigos y familiares. Explorando la complejidad de los sentimientos y su posible renacimiento, con una fibra melancólica que conmueve al espectador, Trueba redefine los códigos de la comedia de segundas nupcias en esta película de su madurez.